PENSANDO EN LA ALHAMBRA

En pocos lugares del mundo se siente como en Granada el aire del pasado de forma tan intensa. Un pasado que nos recuerda que hay cosas en la vida que han nacido para permanecer inalterables en el tiempo. 


Presentamos una pieza que no intenta competir con las encontradas en los yacimientos arqueológicos granadino, entre otras cosas porque no existe comparación posible.

Por ello, reinventamos uno de estos ánforas sin olvidar su historia:

El Jarrón de las Gacelas es uno de los vasos más interesantes de los conocidos y podemos disfrutarlo en el Museo de la Alhambra, dónde se expone permanentemente. Su ubicación original fue un ángulo de la Sala de las Dos Hermanas del Palacio Nazarí. Posteriormente pasó a la Sala de los Reyes y finalmente al Museo

No se sabe con certeza las funcionalidad de estos jarrones, si bien parecen estar relacionados con el AGUA, como señalan algunas de las epigrafías que figuran en sus cuerpos. El agua y los motivos decorativos de las gacelas a ambos lados de un árbol de la vida, permite asociarlos al “Paraíso”. Lo que si parece evidente es que no tendrían un carácter utilitario: ni por su peso, su fragilidad, su gran tamaño, o por el hecho de que no estén vidriados interiormente, lo que los haría permeables. 

Nuestra pieza tiene forma ovoide, con una base plana de reducido tamaño que necesita para su estabilidad una base o soporte, principalmente de barro. 

Ha sido elaborada mediante las técnicas de torno, urdido y moldeado.

Antes de cerrar la pieza se añade, por arriba, a modo de remate un largo cuello troncocónico con boca lisa y sin decoración. 

Toda la superficie es espatulada y bruñida, preparando, mediante dos profundas incisiones, el espacio en el que se añadirán en los lados dos asas con forma de alas.



Decoración
Hemos recubierto la totalidad de la pieza de óxido de manganeso. La aplicación del pigmento de hace a pincel para que fije lo mejor posible en el barro. Como fundente hemos utilizado feldespato potásico en una proporción de 1:3, esto es, una parte de fundente por cada tres de óxido.


Una franja epigráfica atraviesa horizontalmente el cuerpo y lo divide en dos partes. En la parte superior, decoración geométrica junto a escritura islámica.  En la parte posterior, bajo la franja que separa ambas partes, una cenefa de escritura cúfica y por debajo de esta, dos líneas fileteadas de óxido de manganeso.



En el cuerpo incluyen leyendas cúficas, (al-mulk l’illah “el poder pertenece a Dios”, ribetes unidos, arabescos, espigas y frisos geométricos que cubren la superficie del jarrón.

Tu silueta y tus finas morbideces
 evocan, con sus líneas,
 la elegancia suprema
 de esas blancas desnudeces 

El Encanto de la Alhambra
Francisco Villaespesa

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