CENTENARES, UN YACIMIENTO CELTIBÉRICO EN GUADALAJARA
Vasija bitroncocónica, con carena poco marcada, pie indicado y base umbilicada, cóncava en su interior. Labio exvasado, cuello corto y pequeño baquetón que separa el cuerpo del cuello. Pasta muy depurada y fina; capa de engobe muy fina y de tono ocre. Decoración pintada, en un friso con motivos triángulares en forma de "V" y "M" distribuidos en metopa y enmarcados arriba y abajo con líneas paralelas horizontales. Está fragmentada y pegada, le falta un trozo del borde.
Según Estrabón (siglo I a.C.) y la toponimia, los actuales yacimientos de Luzaga y Luzón estarían incluidos en el terrirorio que ocuparon los pueblos celtíberos lusones, aunque para Apiano (siglo II d.C.) los lusones estarían ubicados mas al noroeste.
Vasija de cerámica de cocción oxidante, de la forma II.2 de Adelia Díez que se usó como urna funeraria. La cerámica es característica de la cerámica celtibérica, y posiblemente estuvo pintada.
Vasito caliciforme de borde exvasado y labio recto, con carena en la mitad del cuerpo y base plana ligeramente rehundida.
Los vasos caliciformes se consideran vasos relacionados con rituales de culto o ceremonia, debido a su presencia en yacimientos en los que se ha documentado que eran lugares de culto, como en Cueva Santa del Cabriel (Cuenca) donde las aguas de su interior se considerarían salutíferas. Lo mismo ocurre en el ámbito ibérico donde los exvotos de piedra del Cerro de los Santos (Albacete) los llevan entre sus manos y también se encontraron encerámica. La misma forma aparece en vasos de plata hallados en tesoros por toda la península.
Vasija globular sin pie y con un pequeño labio exvasado y recto. Forma completa, que se conserva fragmentada, unida por una cuerda en el momento de su excavación, a principios del siglo XX. En su interior permanece la tierra con el ajuar, unos aritos que suponemos de bronce y los restos humanos incinerados.
En las vasijas cerámicas (reutilizadas como urnas cinerarias) se introducían los restos cremados del difunto (una vez recogidos mediante pinzas o con un recogedor) junto con los restos de su indumentaria y pequeños objetos del ajuar, como los adornos que aparecieron dentro de este recipiente, junto a los huesos. En los contextos funerarios peninsulares prerromanos, la calidad y cantidad de los elementos de un ajuar funerario mostraban la posición social del difunto y también se debe a diferentes fases cronológicas. A diferencia de la necrópolis de El Altillo de Aguilar de Anguita (Guadalajara), donde aparecieron dentro de los ajuares diversidad de elementos de armamento o caballería, en la de Los Centenares de Luzaga, a la que pertenece esta vasija, son poco frecuentes las armas de hierro y los grandes adornos de bronce, ya que las urnas cinerarias suelen aparecer con escaso ajuar, normalmente relacionado con la indumentaria y su tamaño es a veces bastante pequeño. Esto podría deberse a simples diferencias cronológicas en el ritual de enterramiento o a que la población enterrada no pertenecía al grupo de los guerreros.
Vaso tipo Kernos (Forma III.6 de Adelia Díaz) con cuerpo globular, cuello estrangulado, borde recto, y pie muy desarrollado. Presenta decoración pictórica de bandas con semicírculos concéntricos sobre una superficie engobado. En la boca un vasito cónico.
Este tipo de vasos con pequeños recipientes junto a la boca se relacionan con rituales y se conocen desde la edad del Hierro I en yacimientos de Campos de Urnas como el de Mazaleón (Zaragoza), donde se trata de vasijas a mano con varios vasitos en la boca, desarrollándose posteriormente y documentándose varios ejemplares con características similares, en necrópolis como la vaccea de Pintia (Valladolid) o esta de Luzaga.
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